El título de la obra contiene equívocos inevitables sobre todo debido a los artículos determinados que en él entran: «El acceso», parece sugerir que no existe más que un acceso; y «al ser» parece sugerir que no existe más que un ser. Desde luego, la propia lectura del libro deshace la posibilidad de que haya un único acceso, un método único, un monométodo, puesto que el abandono del límite que en él se propone se esponja en cuatro modalidades de abandono, además y por encima de las vías y conocimientos objetivos ordinarios. E, igualmente, acontece con «el ser»: de acuerdo con el contenido de la obra, por lo menos existirán el ser del mundo y el ser del hombre (a los que habrá de añadirse el ser de Dios), a los que se suman la esencia del mundo y la esencia del hombre, como temas aludidos en ella.

Por tanto, para no malentender el título de la obra, habrá que tomarlo sólo como eso, como título: «El acceso» indicará no que haya un único acceso, sino que el tema o problema que se estudia en esta obra es el problema o tema del acceso: ¿cómo acceder?, ésa es la cuestión. La voz «acceso» indica que el centro de la atención no recae directamente sobre el ser, sino sobre los caminos que llevan a él, o sea, sobre el método; no es éste un estudio tanto de metafísica, cuanto sobre el método de la metafísica. En cuanto al singular «el ser» puede entenderse o bien como una denominación vaga, pero muy extendida, equivalente a la ultimidad, o bien como una denominación precisa, a saber, el ser del mundo. Si se entendiera de la primera manera, habría sido posible titular el libro El acceso a las ultimidades, pero quizás el autor no lo ha hecho así en atención al uso tradicional de los términos y a la problemática históricamente recibida. Si se entendiera de la segunda manera, «el ser» designaría mejor el objeto propio de la metafísica, o sea, el ser del mundo, pero restringiría el alcance del método que se propone, el cual atañe también a la esencia del mundo, así como al ser y a la esencia del hombre. Nótese que el primer sentido no excluye el segundo, pues sin duda el ser del mundo es una de las ultimidades. Basta con leer detenidamente la introducción, para poder inferir que el sentido de la voz «ser» en el título se mueve dentro de cierta ambigüedad, pues la obra se inscribe en la tradición que entiende la metafísica como estudio del ser (AS, 13), pero apunta[2] también a la elaboración de una doctrina de los trascendentales que rebase su valor metafísico y se extienda a la antropología (AS, 19). Dado que el libro tiene como propósito abrir un nuevo camino a la indagación filosófica, pero que no por nuevo margine el pensamiento anterior, no parece pertinente adelantar a la portada los complejos resultados de su difícil investigación: al título le basta con indicar el tema de que se va a tratar. Por eso se permite cierta fecunda ambigüedad, utilizando los términos tal y como se entendían en su momento, sin que ello sea óbice para matizar posteriormente que, a resultas de la investigación desarrollada, la metafísica ha de ser considerada sólo como una parte (importantísima) de la filosofía, pero que no abarca todo el ámbito de lo trascendental. Para los lectores de pensamiento clásico, predominantes en España en el momento de su primera edición, era ya muy atrevido poner en cuestión el método de la metafísica, pues es bastante obvio que si el método ha de ser un tema principal de investigación, entonces el ser estudiado por la metafísica no puede ocupar en solitario el plano de lo trascendental, ha de estar acompañado por el ser y el entender de quien camina a su encuentro. Mas esto no había sido percibido antes por los pensadores de corte tradicional ni les suele parecer admisible, entre otras razones[3] porque la pregunta por el método había llevado históricamente a la negación de, al menos, el conocimiento del ser real.

En resumen, como es normal, el título nos informa del tema que se va a investigar. Según lo anteriormente dicho, la obra podía haberse denominado también: El (problema del) acceso al ser, o El (problema del) acceso a las ultimidades, o El (problema del) método de la metafísica[4], pero se ha denominado con el lacónico y rotundo título de «El acceso al ser». Con él se indica que la novedad de la obra no estriba en lo investigado, sino en el propio investigar, por lo que ya el título nos resume toda la inspiración filosófica de su autor: lo nuevo (el acceso) no contra, sino junto a y acerca de lo clásico (el ser), pero no para seguir sabiendo lo mismo, sino para incrementar el saber[5]. Podría objetarse que la novedad del libro llega tarde, puesto que toda la modernidad ha centrado su atención en el método, de manera que en todo caso sólo se trataría de un libro moderno más. La única manera de responder cumplidamente a tal objeción es la lectura de la obra; cabe, no obstante, adelantar que (no sólo los clásicos) tampoco moderno alguno se ha cuestionado por el acceso al ser, sino que lo propio de la modernidad es cuestionarse sólo por el acceso al saber, con la excepción de Heidegger, que es uno de los referentes claves de esta obra, pero con la diferencia de que este último no busca incrementar la luz del saber, sino hacer experiencia del ser.

Ignacio Falgueras Salinas

[1] Todas las citas de la obra están referidas a las páginas de su primera edición.
[2] Esto lo dice el autor en referencia al esbozo de teoría del conocimiento intercalado en el capítulo primero, pero es pertinente para el sentido de toda la obra.
[3] Como el prejuicio objetivista, según el cual el ser es causa del conocer, de manera que no existe ni se precisa método alguno para conocerlo.
[4] En el bien entendido de que el tratamiento adecuado del problema del método de la metafísica obliga a ampliar el orden trascendental recibiendo en él, junto a la metafísica, a la antropología.
[5] Es decir, no tanto para incrementar lo sabido, cuanto el modo de saber.

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